ORIGEN FILOSÓFICO
El término procede del latín, que a su vez lo tomó del griego (etymos, 'verdadero' y logos 'palabra') y se usó como término filosófico. Los estoicos, escuela filosófica griega, creyeron que las palabras tenían una existencia independiente, como algo contrapuesto a los objetos y las ideas abstractas, en lugar de considerar que se trataba de unas convenciones inventadas por los seres humanos. No obstante, mucho antes de que existiera tal escuela, Platón había empleado un método análogo al de la etimología moderna en su diálogo Cratilo, para buscar el significado de las palabras. Sin embargo, el primer tratado que puede calificarse de etimológico fue el libro indio Rig-Veda, uno de los libros sagrados más importantes y más antiguo de los hindúes, compuesto para explicar las palabras difíciles y que puede fecharse hacia el siglo V a. C.
Algunos intentos iniciales fueron ingenuos y muy alejados de la evolución fonética. A este tipo de etimología se le suele dar el nombre de popular. A lo largo de la historia de las palabras, cuando se quería explicar algunas no muy conocidas, lo más frecuente era acudir a otras palabras que se parecían en sonido, forma o significado. Así por ejemplo, del inglés country dance ('baile popular') se deriva la forma francesa contridanse, donde el primer elemento del compuesto country pasa a ser contri, y como se parece al prefijo del latín contra-, presente en muchas palabras del francés y de las demás lenguas románicas, se convierte en contradanse, de donde procede la palabra española contradanza, que ha olvidado su origen pero ha conservado el sentido de compuesto.
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